Hermano Victorino De La Salle: una vida «exagerada»

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Rodolfo Meoli fsc

Postulador General de la Causa de Beatificación (Roma)

No vamos a referirnos aquí a una película del director Danny Boyle que se estrenó hace años con el título A Life Less Ordinary (en italiano «Una vita esagerata»), ni de la denominada «vida exagerada» que describe la letra de una canción de moda en Italia.  Queremos evocar el paso por la Tierra de un hombre excepcional, una persona providencial que atravesó años difíciles en Francia y posteriormente en Cuba, en los Estados Unidos y en la región de las Antillas.  De las vicisitudes de su tiempo supo extraer frutos luminosos de santidad personal y dejarnos una valiosa herencia.

¿Por qué utilizo la expresión «vida exagerada»?   Simplemente porque el Hermano Victorino De La Salle llevó a cabo a lo largo de su vida tantas iniciativas, grandiosas y hermosas, que habrían podido llenar la vida de varias personas a la vez.

«Hay demasiados sabios, demasiados prudentes.  Oh Dios, mándanos locos. envíanos hombres que se comprometan a fondo, que amen de otra forma y no sólo con palabras, que se entreguen verdaderamente hasta el fondo» (1).  El Siervo de Dios Hermano Victorino De La Salle cumple las expectativas que vislumbraba el entonces Monseñor Gianfranco Ravasi, actualmente Cardenal.

Como Hermano De La Salle, el Siervo de Dios siguió la estela del fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, San Juan Bautista De La Salle (1651-1719),  con su testimonio personal de fe y apostolado con los jóvenes y una dedicación plena y total adhesión al espíritu fundacional del Instituto:  «El espíritu de este Instituto es, en primer lugar, el espíritu de la Fe que debe mover a los que lo componen a no mirar nada sino con los ojos de la fe…  En segundo lugar, el espíritu de este Instituto consiste en el Celo ardiente de instruir a los niños y educarlos en el santo temor de Dios» (2).

El Hermano Victorino hizo suyo ese dictamen de la Regla de los Hermanos De La Salle, obteniendo su máximo provecho personal porque «hacerlo todo con espíritu de fe» no es más que buscar la perfección de la vida del cristiano y, en consecuencia, la santidad, completada por el «celo ardiente» que sólo mira servir a Dios en el prójimo, que en el caso particular de nuestro Siervo de Dios son los jóvenes a quienes dedicó su vida.

Sus intuiciones se hicieron una realidad providencial que aportó un decidido impulso a la Iglesia católica en Cuba.  La trayectoria es significativa:  Asociación La Salle (1912), Conferencia de San Vicente de Paúl (1919),  Revistas católicas «Blanco y Azul» y «Páginas» (1912-1919),  Federación de la Juventud Católica Cubana (1928),  Hogar Católico Universitario (1946), Equipos de Matrimonios  Cristianos – Movimiento Familiar Cristiano  (1953).  Todas ellas fueron iniciativas que tuvieron enorme éxito y otorgaron una gran popularidad al Hermano Victorino.  Son innumerables los testimonios que podrían citarse y que exaltan sus capacidades creadoras dotadas de una fuerza arrolladora.

Algunas ideas que podrían considerarse como secundarias tienen su atractivo y contribuían a entusiasmar los corazones.  Por ejemplo, los jóvenes tienen un gran interés por la música, y ahí tenemos al Hermano Victorino que se transforma en músico y hace surgir de su mente, en 1935, la entusiasta y marcial melodía del Himno de la Federación de la Juventud Católica Cubana con la letra del Dr. Julio Morales Gómez.

Es posible llegar a expresar un ideal gráficamente.  Fue también el Hermano Victorino quien diseñó en 1933 la bandera de la Juventud Católica Cubana, representada bajo el símbolo de «la estrella y la cruz».  La Dra. Teresa Fernandez Soneira, autora de las más acreditada publicación sobre la historia de la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana, tituló los dos volúmenes de su libro «Con la Estrella y la Cruz» (3).

Las referencias sobre su vida que hemos indicado pensamos que son suficientes para captar en su conjunto la personalidad del Siervo de Dios, así como su vocación, orientada a la santidad personal pero dirigida especialmente a la difusión del mensaje cristiano en Cuba, buscando el verdadero bien de los cubanos, su crecimiento espiritual, la toma de conciencia de la dignidad y de la belleza de ser cristianos, según lo expresa San León Magno (c.390-461): «Agnosce, cristiane, dignitatem tuam».

Los reconocimientos que tuvo en vida:  Doctor «honoris causa» Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva, La Habana (1951); Cruz «Pro Ecclesia et Pontifice» (1953) concedida por Su Santidad el Papa Pío XII; «Croix de la Légion d´Honneur», Francia (1955);  y el gran pesar del que la prensa se hizo eco tras su fallecimiento en 1966, constituyen el mejor reconocimiento de su gran labor apostólica.  Podemos decir que el Hermano Victorino forma parte, de pleno derecho, del elenco de grandes cubanos; su obra se asemeja con sus características propias, a la de San Antonio María Claret, el Beato José Olallo Valdés y el Venerable Padre Félix Varela Morales.

En 1990 un grupo numeroso de personas que había conocido al Hermano Victorino organizó una Comisión Coordinadora para promover su Causa de Beatificación,  y el 8 de septiembre de 1999 S.E. Mons. Roberto González Nieves, Arzobispo de San Juan (Puerto Rico), ciudad en la que había fallecido el Hermano Victorino el 16 de abril de 1966, presidió la ceremonia de apertura de la Causa.

Terminada la fase diocesana, la Causa de Beatificación continuó en Roma donde, en 2015, se concluyó la redacción de la Positio (documento de 590 páginas que recoge la documentación necesaria) que será examinado el 15 de noviembre de 2018 por una Comisión de Teólogos nombrada por la Congregación para las Causas de los Santos.  Su esperada decisión positiva declararía Venerable al Hermano Victorino.  Para lograr que sea Beato será necesario un milagro estudiado por los médicos y aprobado por los teólogos.

Esperamos que ese día glorioso no tarde en llegar teniendo en cuenta que el Hermano Victorino De La Salle en toda su trayectoria, y en todos los lugares donde las circunstancias lo condujeron, logró promocionar vocaciones vitales y sugerir experiencias de fe que produjeron resultados sorprendentes, como lo demuestran las más de doscientas vocaciones sacerdotales y religiosas surgidas del movimiento católico que fundó en Cuba, así como la persistente fama de persona inspirada y santamente comprometida que aún le rodea.

(1)  Gianfranco Ravasi, Mattutino, en Avvenire, 24 de septiembre de 1993.

(2)  Reglas y Constituciones de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Roma, 1953, Cap. II, 2.

(3) Teresa Fernández Soneira, Con la Estrella y la Cruz, Historia de la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Vols. 1 y 2, Ediciones Universal, Miami, 2002.

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